jueves, 23 de julio de 2009



HAGAMOS UNA REVOLUCIÓN: LA REVOLUCIÓN HUMANA (1)

“Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa”. Proverbio Chino.

Nos duelen muchas cosas; queremos hacer una Revolución. Las cosas se revolucionan cuando logramos que cambien más rápido que la mera evolución. El cambio que proponemos comienza en nosotros mismos: la propuesta es que seamos el cambio que queremos para el mundo en que vivimos. Millones de seres humanos tenemos mucho por aportar, escribir, conversar, decir, mostrar y cambiar en la dirección de la Revolución Humana.

De hecho, la Revolución Humana ya comenzó hace mucho tiempo en las acciones de miles de personas que hacen la Paz y no se suman al discurso violento, hacen solidaridad y no se desentienden de los padecimientos de sus congéneres, actúan la democracia y la transparencia y no se arrastran ante la corruptela y el autoritarismo, respetan y promueven los Derechos Humanos y no se arrodillan ante el paramilitarismo, actúan en pro de la equidad sin amilanamiento frente a los discursos y las prácticas de los extremistas, respetan a los demás seres humanos como legítimos otros y otras en la convivencia y viven ese respeto en su alma y no como una actuación política frente a la galería de aplausos. Comenzó en todos los movimientos que se afirman autónomos y buscan empoderar las regiones respecto del centralismo, en los que repudian el flagelo del narcotráfico tanto como la “guerra contra las drogas” que se nos ha impuesto con injusticia, y en los que se movilizan contra el secuestro y por la libertad, y sigue y suma. Sí, la Revolución Humana ya comenzó.

La Revolución Humana comienza en cada uno y cada una cuando decidimos empezar a cambiar desde dentro. Es un proceso y no un acto de magia; pero cuando tomas la decisión haces un avance revolucionario. ¿Qué viene enseguida? A lo que sigue lo llamamos Provolución: es diferente de la simple evolución, que es pasiva; y también difiere de la “revolución-ilusión” que se esconde detrás de la simple protesta y la promesa de que las cosas cambiarán de la noche a la mañana y lo harán desde el poder aplicado por nosotros, sobre los otros.

Primero: saber observar la evolución. Segundo: tener valor para cambiar personalmente y en tal sentido hacer una revolución. Tercero: saber trabajar con paciencia para empujar procesos y sistemas de manera que haya provolución en dirección a los propósitos de bondad y belleza -ética y estética- que nos animan. Las tres en conjunto, es lo que llamamos Revolución Humana.

Obsérvense estas preguntas: ¿y si sumamos todo esto?, ¿y si hacemos más acciones de Revolución Humana?, ¿y si aprendemos en redes y nos superamos cada día?, ¿y si logramos espacios para que los avances y postulados de la Revolución Humana puedan ser escuchados y vistos por más y más personas? Responder estos interrogantes de manera positiva nos muestra que, aunque arriba hablamos de la revolución solo como cambio en el nivel personal, la revolución también tiene una expresión colectiva.

Libertad decía José Martí, poeta y luchador por la independencia de Cuba frente a España es el derecho que todo el mundo tiene a ser honrado, a pensar y a hablar sin hipocresía. En su época se libraban guerras para conquistar la libertad. En las sociedades modernas hay suficiente libertad política; en nuestro país la violencia de todo tipo tiende a estrecharla. Pero son más poderosos los pueblos, y venimos recuperando espacio para la democracia, la inclusión social, y el humanismo.

La inmensa mayoría de nuestro pueblo será parte de la Revolución Humana, tarde que temprano. Hoy, arrinconados por el hambre, el desempleo, la ignorancia, las armas, el abuso de poder o la demagogia, muchas personas se comportan de manera pasiva.

Vivimos la diatriba de unos sectores contra otros; se culpan mutuamente, y ya nos hemos desencantado de cambiar a unos por otros. Debemos votar por los mejores planteamientos y las mejores prácticas, pero es claro que los políticos se olvidan del cambio cultural, que no se equipara a que ellos estén en el poder, sino que tiene que ver con el crecimiento de la democracia en los corazones de la gente, en sus relaciones cotidianas de respeto.

El país y su política son cortoplacistas. La Revolución Humana liga el aquí y ahora con el afuera y mañana. Esa sociedad con desarrollo humano que soñamos sólo llegará si construimos autonomía responsable en todos los rincones. Se trata de promover miles de líderes y no uno o un puñado de mesías, y de que el ejemplo de los líderes sea favorable a la construcción de autonomía responsable. Se trata en fin de entender que participamos de un proceso complejo que requiere solidaridad, espíritu democrático y emprendedor, paciencia, y sentimientos de gratitud, respeto, amor, lealtad y justicia.



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HAGAMOS UNA REVOLUCIÓN: LA REVOLUCIÓN HUMANA (2)


“Cuanto más la practico, con mayor claridad advierto lo lejos que estoy de la plena expresión de la no violencia en mi vida”. MAHATMA GANDHI

Nos hemos acostumbrado a dejar pasivamente en manos de otros la conducción de nuestra sociedad. Por eso a veces somos escépticos o pesimistas respecto de las posibilidades de generar procesos de cambio a partir de nuestro cambio personal. La Revolución Humana es optimista, tiene fe en sí misma, cree en el poder de lo espiritual y del ejemplo, y en la capacidad de los pueblos para generar grandes cambios.

Veamos la cosa hoy. Cada acción democrática de una ciudadana ayuda a sus vecinos a liberarse; cada afirmación democrática de una comunidad constituye lección para otras en su entorno y en el mundo. Cada acción solidaria ayuda a romper las cadenas de pobreza que ponen a miles en condiciones de indefensión y de sentirse forzados a entregar su libertad y su dignidad por un plato de lentejas.

Y si además hay necesidad de cambiar estructuras de manera que se abra más campo a lo humano? Pues las cambiaremos! Pero partiremos de esforzarnos por ser nosotros el cambio que pregonamos. No se trata de fanatismos, sino de un proceso de mejoramiento personal que trasciende a lo comunitario y social con una dirección clara: aumentar el respeto humano en las relaciones que constituyen nuestras sociedades.

Se trata de apelar a dimensiones espirituales de los seres humanos; lo espiritual, como dicen nuestros Mamos de la Sierra Nevada y los Ancianos del Amazonas, es la unidad. Las comunidades indígenas viven lo humano, respetan la naturaleza, conservan la espiritualidad de la palabra de origen y la unidad, y son ejemplo de respeto por el otro y de inclusión.

Hace 60 años al salir del horror de la Segunda Guerra Mundial, las naciones del mundo aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En su artículo 1o. se lee: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Y hace más de 200 años la Revolución Francesa había proclamado: “Libertad, Igualdad, Fraternidad”.

Está claro que ahora hay libertad y hay igualdad frente a la ley, mientras que la equidad social es una cuenta pendiente, y la fraternidad ni se diga. Para miles de millones de seres humanos las Naciones Unidas reconocen que es un desafío por conquistar el logro de mínimas condiciones dignas de existencia. El mundo tiene mucho por avanzar.

En nuestro país buscamos la igualdad, la fraternidad y la unidad. La unidad se construye en diversos escenarios y su gluten es la confianza. La violencia genera rencor, desconfianza y sentimientos de venganza. Son verdaderas heroínas las personas como Gloria de Polanco que son capaces de otorgar perdón a quienes hicieron daño a ella y su familia.

¿Cómo generar un clima favorable a la profunda reparación integral de las víctimas y al auténtico arrepentimiento y la recuperación de los victimarios? Lograr tales propósitos es necesario para construir confianza y unidad, y en eso trabajan varias instituciones y muchas personas. Pero podemos y debemos revolucionar las cosas en lo que tiene que ver con crear un clima favorable.
Veamos. El pueblo alemán pasó por un siglo de penurias ocasionadas en regímenes políticos de extrema. Hoy avanza en democracia y ha ganado un lugar, respeto y admiración en el escenario internacional. Cuál fue el elemento clave para esta transformación? Alemania se preguntó de mil maneras cómo evitar que los hechos vergonzosos e inhumanos se repitieran. Y en el proceso de encontrar los factores subyacentes que dieron origen a lo que nunca más quería volver a vivir, la nación alemana hizo conciencia del sufrimiento de millones de compatriotas, y entendió y aceptó su responsabilidad como colectivo.

Varias decenas de miles de víctimas en nuestro suelo merecen un profundo acto colectivo de contrición y de aceptación de responsabilidad por parte de la nación colombiana, al tiempo que el establecimiento de un mínimo consenso sobre los factores primarios que dieron origen a la guerrilla y al paramilitarismo.

Como Gandhi, debemos reconocer con humildad cuán lejos está cada cual de la plena expresión de la no violencia en su vida. Y recordar que nuestra práctica de la Paz es el mejor aporte; que la Paz es el camino, y que podemos contagiar a cientos de la necesidad de hacer conciencia en relación con la colectiva responsabilidad de la nación frente a las víctimas. Quienes sólo saben señalar a los demás y se excluyen a sí mismos de toda responsabilidad, lucen bien pero aportan poco.

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¡EL CARIBE ES COLOMBIA…Y DE QUE MANERA!


Por Germán Bula Escobar


“Es que los costeños”…con esta expresión nos elogian o critican, así sucede con toda generalización idiosincrásica: judíos, venezolanos, cachaco, paloma y gato, etc,. El hito cultural Museo del Caribe es prueba de que la región existe como un hecho vivo. Sus bordes claros le dan alto nivel de exposición pública; desde fuera se le observa y nombra como un cuerpo; costeños, mar, alegría, cadencia, sombreros, literatura, dichos virtudes, defectos. Pero ese mismo museo, al exhibir nuestras diferencias muestra, el valor apenas relativo de las generalizaciones idiosincrásicas, regionales, nacionales, étnicas, etc.

El centralismo como visión y práctica excluyente, existe y agobia. Pero, ¿Cómo contribuimos nosotros a que siga ocurriendo?; ¿somos acaso tapa y caja? Una conducta por analizar entre otras- es la manera de tratarnos a nosotros mismos y a la región. ¿Nos damos trato de tercero excluido? Esta figura útil en terapia psicológica resulta clave al trasladarla a los dominios de la sociología. Seguirnos auto contemplando y auto nombrando como terceros excluidos puede contribuir a reforzar rasgos negativos en la relación con el centro y otras regiones. Después de décadas de denuncia – que vamos a continuaren forma digna, justa y constructival- hay que subrayar la acción por la positiva.

El Caribe es Colombia: he aquí un pensamiento que empodera y eleva el debate es vox pópuli nuestro aporte en cultura, deporte, etc. Como la ideología del desarrollo entronizado la economía como el súmmum (?) de lo humano hay que hincarle el diente a demostrar la importancia económica del Caribe para la Nación. Meissel y Bell señalan que desde inicios de la República “se fue consolidando la idea de que toda iniciativa de la Costa estaba viciada de regionalismo 1. He aquí el punto. Sostengo exacto lo contrario:1) No habrá Colombia viable en lo económico si no se desarrolla armónicamente el Caribe. Veamos: el ex ministro de Desarrollo José Fernando Isaza afirmó que la salud de la industria colombiana comenzaba en sus puertos; avanza la mundialización y la frase se hace cada vez más cierta. Los puertos se modernizaron y esto alivianó las cargas de la industria; pero no pueden avanzar al ritmo de los tiempos; son enclaves artificiales con entornos urbanos y rurales postrados en pobreza, desigualdad, educación deficiente y corrupción. 2) El atraso también afecta la localización de industrias para el mercado mundial en nuestro litoral, necesarias para Colombia como un todo. Es claro como el agua: lo que es bueno para el Caribe, es crucial para Colombia, y de suma ¡importancia y urgencia!. Los lectores saben que lo mismo sucede en otros campos; ya nos ocuparemos de la región y la paz.

Un político piensa en la próxima elección; un estadista piensa en la próxima generación. Miopia regional e incapacidad de pensamiento sistémico son aberraciones que favorecen a las regiones poderosas e impiden ver nuestro papel respecto del todo. Sin estadistas no hay futuro para la región del Caribe, y aquí podemos y debemos forjarlos. Pero la clave viene del ser interior, de una ciudadanía que respire autoconciencia y autonomía. Una nueva ciudadanía está emergiendo y debemos actuar para dinamizar este proceso. ¡Somos Colombia!. Basta imaginar este país si su región Caribe no existiera.


El Heraldo, martes catorce de Julio de 2009, página 5B



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